No hay peor dolor que éste… suicidio testimonios
Por Catalina Miranda
Consuelo, Alma, Guadalupe, Natalia y Audes son algunas de las mamás mexicanas sobrevivientes del suicidio de sus hijos adolescentes. Ellas han seguido con sus vidas enfrentando difíciles situaciones sobre todo de índole anímico ya que han visto mermado su entusiasmo para continuar con su vida.
En México y en todo el mundo, durante y sobre todo después de la pandemia por Covid-19, hubo un incremento importante de suicidios de niños y adolescentes debido al aislamiento que se vivió; además de que en muchas de las familias los menores de edad han tenido que enfrentar la orfandad, han quedado sin un responsable que satisfaga sus necesidades fisiológicas y emocionales. Esos niños y jóvenes padecen desnutrición, soledad, tristeza, miedo, desorientación, depresión. Además, muchos de ellos sufren violencia, acoso y distintos tipos de abuso tanto en el hogar como en la escuela. Lo que los lleva a tener ideaciones suicidas.
Es necesario que toda la población contribuya para que las edades más hermosas de la vida: la infancia y la juventud, realmente lo sean. Los niños y los jóvenes tienen derecho a ser escuchados, protegidos, asistidos, acompañados para que ya no se escuchen dolorosos testimonios como los de las siguientes mamás:
Consuelo García Martínez, mamá de Marcos Enrique (2006-2021):
“¿Qué puedo decirle a una madre o a un padre que han perdido a sus hijos por suicidio?, que no hay peor dolor que éste que se siente, pero que hay que aprender a transformarlo, a honrar la vida de nuestros hijos o hijas con la nuestra, y vivir lo que ellos ya no pudieron vivir. A veces necesito terapearme yo misma, solita, y sacar fuerzas y amor de la misma muerte. Nos enseñan, crecemos creyendo que la muerte es lo peor, pero la muerte nos enseña a amar de una manera diferente. Al haber perdido a mi hijo, la muerte me enseñó muchas cosas. He aprendido a tener una nueva vida, ha habido una transformación de mi día a día porque despierto con él en la mente, y me duermo con él en el corazón, con el deseo siempre de que venga a mis sueños.”
Guadalupe Cuevas Benítez, mamá de Karina (1999-2018):
“A los papás que pudieran estar en una situación como la mía, les digo que apoyen a sus hijos. Que los lleven a donde tengan que llevarlos, que no los dejen solos. Si los ven cayendo en las drogas, que los lleven a algún lugar donde puedan ayudarlos para salir adelante, que no los dejen a la deriva, como yo que pude haberla ayudado, pero desgraciadamente pensé que nunca iba a pasar lo que pasó. Y si los hijos tienen preferencias diferentes, que los apoyen también, que no los rechacen porque son sus hijos y ellos no tienen la culpa. Que los apoyen mucho, mucho, y los quieran.” (…) Los jóvenes que piensan acabar con su vida deben platicar si tienen algún problema. Deben acercarse a sus papás, o a cualquier persona a la que le tengan confianza. Que no se queden callados, si se sienten mal o solos, si tienen alguna depresión, que pidan ayuda, que no se queden callados.”
Natalia Ramírez, mamá de Darshan (2006- 2021):
“En octubre del 2020 le noté a Darshan en el cuello unos rasguñitos, eran las marcas de un cinturón especial. Le dije:
—¿Qué tienes en el cuello?
—Nada, me puse una gargantilla que me rozó.
—No, hijo, dime ¿qué es?
—Me quiero suicidar.
—Hijo, ¿por qué quieres hacer eso?
—He intentado ahorcarme.
Me lo dijo con mucha rabia.
En la secundaria, Darshan tenía muchos problemas, le hicieron la ley del hielo, lo llegaron a golpear. Se quería salir de la escuela, pero yo le dije que se aguantara, que sólo le faltaba un año, lo cambié de grupo. Por eso él se hizo de una imagen ruda, en el sentido de que llevaba su chamarra de piel negra, que era de su papá, una playerita negra, sus botas militares de scout, sus audífonos, su cabello largo. Su problema con las maestras era que no se quería cortar el cabello, y no quería usar zapatos escolares. Le decían ‘El Satánico’, entre otros apodos, lo molestaban mucho. (…) Lamentablemente, muchas ocasiones se minimizan los síntomas que presentan los jóvenes, por tal motivo el tema del suicidio se escapa de las manos de los psicólogos y paidopsicólogos. Hay adolescentes que poco después de la terapia, llegan a su casa y se quitan la vida.”
Alma Feria Rodríguez, mamá de Niza (2002-2020):
“El día que Niza trascendió, estaba en mi casa. Yo la encontré cuando llegué de trabajar. Se colgó en la zotehuela, con la correa de su perro. Al llegar la vimos de espaldas, le hablé, pero no me contestó. El perro que siempre estaba con ella, estaba fuera de sí, rascando la puerta. La bajamos, quisimos revivirla, pero ya no pudimos. Los padres deben saber que no todo el que dice ser amigo, es amigo. Como padres tenemos la intuición y nos damos cuenta cuándo algo no es bueno para nuestros hijos. Les recomiendo que estén alerta, que un dolor de cabeza puede ser señal de que hay que llevar a los hijos al psicólogo, y no porque estén locos. Estén alertas los padres, no crean que la depresión está detrás del que llora, porque a veces la depresión se encuentra detrás de una sonrisa. Los jóvenes que tienen problemas emocionales, que viven sus emociones de manera muy intensa, deben tomar terapia psicológica, buscar ayuda profesional, porque estamos en momentos muy difíciles.”
Audes Pérez, mamá de Victoria Alejandra (2000-2017):
“¿Tú te quieres suicidar? Ve a esta mamá que soy yo, está derrotada, se siente inservible porque no pudo hacer nada por su niña. Ve cómo nos dejan los hijos que se quitan la vida, nos dejan tiradas en el suelo, y no sabes cuánto nos cuesta levantarnos. De eso tiene cinco años y yo apenas estoy aprendiendo a gatear, porque tú me ves parada, pero apenas estoy gateando, y no sabes cuánto me va a costar levantarme de ese suelo. ¿Tú quieres dejar a tu mamita igual que a mí?, veme. Tú no sabes cómo nos dejan…, se nos acaba la vida, se nos va la vida junto con nuestros hijos, y tenemos que aprender a vivir, primero a sobrevivir, porque ni vives, sobrevives, y luego de sobrevivir hay que empezar a vivir, porque no sabes tú cuánto dolor nos cuesta levantarnos de la cama, comer, bañarnos…
Mi hermana me acaba de contar que cerca de su casa, una muchachita de 23 años, se acaba de matar. Qué difícil debe ser para esa mamá. Yo no quisiera estar en sus zapatos. Yo no se lo deseo ni a mi peor enemigo. Yo no deseo que pasen por lo que hemos pasado nosotras, por lo que ha pasado Lupita, mamá de Karina; Natalia, mamá de Darshan; Alma y Consuelo. No, yo no quisiera que alguien más viviera lo mismo. Es difícil, muy muy difícil.”
Deseamos que este mensaje llegue a los padres, a las madres, a los hermanos, a las amigas, a los maestros, a las vecinas, a los médicos, a los políticos, para que todos aprendamos a ser solidarios, respetuosos, empáticos, y estemos alerta, despiertos y detectemos en qué momento alguien, a grito abierto, en el silencio, en el aislamiento, en la falsa euforia, está sufriendo, pidiendo ayuda y en riesgo de atentar contra su propia vida.
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Los fragmentos de las entrevistas (inéditas) forman parte del libro No hay peor dolor que éste… Suicidio testimonios, de Catalina Miranda, que aún no se publica.